A pesar de los avances tecnológicos y la masificación de dispositivos móviles que permiten conocer la hora en cualquier momento, los relojes de pulsera continúan siendo utilizados con frecuencia. Para muchos usuarios, no se trata solo de una herramienta funcional, sino de una elección que combina precisión, estética y tradición. El interés se ha mantenido firme tanto entre quienes optan por modelos sencillos como entre los que invierten en piezas de alta gama, que con el tiempo pueden aumentar su valor.
La relojería en Valencia ofrece un ejemplo concreto de cómo se ha sostenido esta práctica a lo largo del tiempo. Allí conviven talleres especializados en restauración de modelos antiguos con boutiques que comercializan marcas de lujo reconocidas. Los profesionales del sector coinciden en que los clientes valoran la ingeniería y la artesanía detrás de cada mecanismo, así como la experiencia que implica llevar uno que ha sido pensado y fabricado con un alto nivel de detalle técnico.
Los de lujo no solo representan una categoría diferenciada por su precio. También son reconocidos por la calidad de sus materiales, la precisión de sus movimientos y la historia que suelen acompañar a ciertas marcas y modelos. En este segmento, muchas personas encuentran una forma de inversión alternativa, ya que existen piezas que se revalorizan con los años, especialmente aquellas de edición limitada o vinculadas a momentos históricos o deportivos.
El mantenimiento es un aspecto fundamental para conservar su funcionamiento y apariencia. En el caso de los mecánicos, se recomienda realizar un servicio técnico cada cuatro o cinco años, dependiendo del uso. Este proceso incluye limpieza, lubricación y ajuste de piezas internas. También se controla el estado de la caja, el cristal y la correa. Los automáticos y de cuarzo, aunque menos exigentes, también necesitan revisiones periódicas para mantener su exactitud.
La reparación, especialmente los más complejos, requiere experiencia y herramientas especializadas. Los técnicos relojeros son profesionales formados en escuelas técnicas y con años de práctica, capaces de identificar fallas en el movimiento interno o en la estructura externa. En muchos casos, se trata de oficios que han pasado de generación en generación, lo que refuerza el vínculo entre tradición y conocimiento técnico. Actualmente, también hay formación actualizada para incorporar nuevas tecnologías y materiales.
Desde Joyería J. Domenech, explican: “Más allá de la funcionalidad, el uso tiene un componente social y cultural. Para algunos, representa un objeto con valor afectivo; para otros, un símbolo de profesionalismo o estatus”. También hay quienes los coleccionan como parte de un interés por el diseño industrial o por la evolución de la ingeniería aplicada al tiempo. Sea cual sea el caso, sigue siendo un elemento que comunica y distingue.
La elección de llevarlo en la muñeca responde a razones prácticas, pero también personales. Frente a la inmediatez de los dispositivos digitales, ofrece una relación distinta con el tiempo. En lugar de recurrir al teléfono móvil constantemente, muchas personas prefieren consultar la hora con un simple movimiento de muñeca, sin interrupciones ni distracciones.
El panorama actual muestra que el uso del reloj no ha desaparecido ni parece que lo hará. Al contrario, se ha transformado en una opción consciente, que responde tanto a la utilidad como al deseo de pertenecer a una tradición que evoluciona sin perder su esencia. La continuidad de esta práctica demuestra que ciertos objetos conservan su valor cuando logran adaptarse sin renunciar a su identidad.