¿En qué podríamos establecer los orígenes de lo audiovisual, y, sobre todo, de lo estrictamente visual? Yo creo que en los inicios de la fotografía, eso es evidente; pero me estoy refiriendo sobre todo a la tecnología de las imágenes en movimiento, la cual nació indudablemente cuando la fotografía dio paso al cine con la creación de la pequeña película de los hermanos Lumiere. Ah, el cine; y ah, las imágenes que se mueven, que nos evocan; las escenas en las que vemos cómo un personaje pasa de la tristeza infinita a la felicidad con una enorme sonrisa, o cómo una dama baja de un carruaje, o cómo una pareja de enamorados pasea por una calle concurrida a la brillante luz de un día de verano. Sí, esas “imágenes en movimiento” han servido, durante más de un siglo, para crear arte.

Pero sería erróneo presuponer que el arte es lo único que se puede conseguir con ello. Como en cualquier tipo de tecnología, existe en ellas dos vertientes: la puramente artística y la puramente funcional. Incluso en la poesía coexisten esas dos vertientes, siempre que usemos un poema para expresar belleza y nada más o lo escribamos para denunciar una situación social; o incluso ambas cosas. ¿Y cuál es la vertiente funcional de las “imágenes en movimiento”? Podríamos decir que las noticias que vemos en televisión a diario, pero ahí estamos incluyendo el sonido y yo me estoy refiriendo solo a eso, a lo que vemos a través de una cámara. Vámonos a algo mejor, algo en lo que no solemos caer: las cámaras de vigilancia.

No hay establecimiento, ya sea español o de cualquier otro lugar del mundo bien provisto de medios, que no posea una o varias cámaras de seguridad IPen las entradas o en el cajero para grabar la identidad de cualquier sospechoso que se atreva a atracar a una pobre persona que se ha ganado ese dinero con el sudor de la frente. Las cámaras IP son, en resumen, un digno ejemplo de imágenes en movimiento funcionales; no creo que quepa ninguna duda.

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